Por: Eugenia Gutiérrez. Colectivo Radio Zapatista.

25 de mayo, 2015.

Y se fue como llegó, despacio y de pronto a la vez. Caminó la noche y la lluvia hacia un amanecer distinto, pero cargando treinta años de trabajo colectivo y devolviendo honorablemente una estafeta-bastón que los pueblos indígenas zapatistas le habían entregado.

Ha pasado un año desde la muerte autoproclamada de un Subcomandante Insurgente Marcos que desenterró al maestro Galeano junto con miles de personas para darle y darse (¿darnos?) vida nueva. El desprecio vestido de sorpresa de quien no comprende lo profundo circuló un ratito en medios comerciales mientras miles de seguidores del difunto recorrían sinceramente varias de las etapas de duelo que planteara la psiquiatra Kübler-Ross, sin llegar muy claramente a la aceptación. De hecho, todavía no hemos visto pintas ni camisetas ni tuiters que acepten la decisión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con un contundente “tod@s fuimos Marcos”. Pero las comunidades zapatistas, tan relacionadas de otro modo con la muerte, han procesado ese fallecimiento necesario, vitalizador y voluntario con el mismo respeto con que enfrentan otras muertes, las innecesarias, las que no debieron ser, no así.