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domingo, 5 de julio de 2020

75 años de don Raúl, nuestro Jtatik Raúl






En los lugares más invisibles y los hogares más cálidos y sencillos, nacen las personas que dejan una fuerte huella en el tiempo. José Raúl Vera López pertenece a ellas. Nació el 21 de junio de 1945 en Acámbaro, Guanajuato, en el seno de una familia de trabajadores. En estos días cumplirá 75 años y queremos sumarnos a sus festejos para agradecer la vida y labor de quien ahora y siempre será llamado don Raúl o Jtatik Raúl.

Fue en Acámbaro donde aprendió a amar, a estudiar, a hacer deporte, a tener fe y a contemplar la belleza de la naturaleza, del campo y del trabajo humano que dignifica la vida. También ahí, al lado de su familia, moldeó su gran sentido del humor. Desde entonces, Jtatik Raúl tiene el don de encontrar y contar el chiste preciso en el momento exacto.

Responder con decisión, voluntad y pasión a los desafíos que impone el tiempo que se vive fue un compromiso que afirmó por primera vez al llegar a la Ciudad de México para estudiar la carrera de Ingeniería Química. Allí se sumó al Movimiento Estudiantil que en 1968 marcó un parteaguas en la historia de México. El Movimiento y la época convulsa que lo produjo puso en cuestión la finalidad de sus estudios. Tras concluirlos, decidió hacer su propia química en el ministerio sacerdotal. Optó por la Orden de Predicadores, convencido de realizar en ella su compromiso con México, con la humanidad y con Dios. Allí conoció y se alimentó de la obra y ejemplo de grandes personajes y pastores dominicos, abierto también a otros testimonios de vida, como el de don Sergio Méndez Arceo, así como a los históricos cambios en la vida eclesial planteados por el Concilio Vaticano II.

Mientras predicaba la buena nueva por el país y el mundo, la realidad de las y los más sufridos lo fue moldeando y llevando a un compromiso mayor con ellos. En 1987, a sus 42 años se le nombró obispo de la Diócesis de Altamirano, Guerrero, donde, de manera más directa, compartió con la gente el dolor, la pobreza, la violencia, la discriminación y la injusticia.

En el marco del levantamiento de los pobres del color de la tierra, que cimbró al mundo y convirtió a Chiapas en un torbellino de horror y búsqueda de paz con justicia y dignidad, don Raúl fue nombrado coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas en agosto de 1995. Allí se entregó por completo a un trabajo dirigido a cultivar la dignidad recuperada por la rebeldía de los pueblos y a profundizar el trabajo pastoral y profético del obispo Samuel Ruiz García, el querido y reconocido jTatik Samuel. Al lado de los pueblos indígenas, que le enseñaron mucho, de Don Samuel y de un gran e incansable cuerpo pastoral, sufrió amenazas, insultos, ataques e intentos de homicidio. Nada lo detuvo. Lejos de ello, la fuerza de su predicación se hizo más poderosa y clara, al grado de denunciar internacionalmente la matanza de Acteal.

Tanto creció la fuerza de su voz que se le negó el derecho a suceder a don Samuel en la Diócesis de San Cristóbal. Designado obispo de Saltillo en diciembre de 1999, llevó consigo el mandato del jTatik. Al frente de esa Diócesis, a la que ahora por edad deberá renunciar, Don Raúl, a lo largo de 20 años, no ha dejado de caminar al lado de las comunidades más vulnerables y vulneradas de su Diócesis, de levantar la voz frente a las injusticias y de reconstruir la Iglesia. Así ha apoyado la lucha por las mejoras laborales de los trabajadores mineros, ha acompañado el reclamo de justicia de las viudas de Pasta de Conchos; se ha solidarizado con las comunidades que enfrentan despojos y contaminación por parte de las grandes empresas; ha alzado la voz en defensa de los migrantes; ha apoyado el trabajo tanto del albergue como de la pastoral migrante de su Diócesis, así como el trabajo del Centro Diocesano para los derechos humanos Fray Juan de Lario. Ha defendido a las trabajadoras sexuales y denunciado los crímenes que, en 2006, militares perpetraron contra ellas en Castaños. Ha acompañado incondicionalmente y de muchas maneras a las víctimas y familiares que sufren violencia y desaparición. Nunca, salvo ahora que se suspendió por la pandemia, ha dejado de asistir a la Caminata Nacional de Madres que buscan a sus desaparecidos. Ha denunciado también los crímenes cometidos al amparo de la Iglesia y promueve una reforma para evitarlos.

La dimensión pastoral de Don Raúl no se circunscribe sólo a Saltillo. Además de continuar presente y activo en Guerrero y Chiapas, se ha convertido en voz y presencia solidaria, no sólo en México y el mundo entero, sino también de las organizaciones que preside o acompaña, entre las que destacan el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), el Centro Nacional de Apoyo a Misiones Indígenas (CENAMI), el Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los Pueblos de América Latina “Óscar Romero” (SICSAL), Servicios y Asesoría para la Paz (SERAPAZ) y la Red Nacional Década contra la Impunidad.

Entre las múltiples actividades que ha realizado internacionalmente hay que recordar su participación en la Primera Misión Civil de Paz en Siria, en 2011; la petición de perdón a las víctimas de la guerra en Colombia, que hizo en Bogotá en 2017 y en Medellín en 2018, reconociendo la omisión o complicidad de la Iglesia católica en su sufrimiento, en todos esos momentos fue el único obispo presente; el 24 de marzo de 2015 celebró la Eucaristía en el mismo altar donde asesinaron a Monseñor Arnulfo Romero; y el 23 de mayo de ese mismo año participó en su beatificación.

A través de sentir en carne propia el dolor de los más sufridos, Raúl fue constructor del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) que, en su Capítulo México, de 2012 a 2015 desarrolló el trabajo de investigación y denuncia más exhaustivo de los tiempos recientes sobre el proceso de destrucción y entrega de México a los grandes capitales y la deformación de sus leyes, instituciones y órganos de gobierno para dicho fin. Así como en 1968 optó por la vida sacerdotal ante los dilemas que los tiempos mostraban, tras concluir el Capítulo México del TPP, asumió el desafío de ir más allá de la denuncia a plantear las salidas necesarias frente al desastre. Desde entonces lanzó la propuesta de un proceso de Nueva Constituyente Ciudadana y Popular como única forma de reconstrucción y refundación de México. Desde 2015, la voz de la denuncia que alza con fuerza viene acompañada también de la esperanza de cambio y la invitación a asumir el trabajo necesario para soñar y hacer otras formas de política para que México sea un día la casa de todas y todos.

El testimonio de Jtatik Raúl, al lado del pueblo, de las y los marginados, de las y los perseguidos, de las y los violentados y despojados es tan inmenso como conmovedor. No ha sido fácil y no ha estado exento de tropiezos y errores. Desde una conversión profunda e integral, su empeño por construir la paz con justicia y dignidad le ha requerido la terca convicción de enfrentar siempre al poder político y económico.

Los que lo hemos acompañado y hemos sido acompañados por él, le damos, en su 75 aniversario, las gracias. Pastores como él sostienen viva la esperanza. Además de reiterar su nombre y calidad de Jtatik, ahora queremos constatar su dimensión de hermano y compañero.

Celebramos su vida y su labor. Le acompañamos en la cosecha final de su tarea diocesana en Saltillo. Y le damos la bienvenida a su nueva etapa de emeritez. Sabemos que su fuerza, madurez y experiencia seguirán latiendo en el reto profético y estratégico de abrir nuevos horizontes para que la paz, la justicia y la libertad reinen en México y el mundo.

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