Mujeres Migrantes
Por Rubén Figueroa, Somoselmedio.org
Fotografías: Mario Marlo
Eran las 10:00 am. en un centro de detención para migrantes en California, cuando Daniela tomó el teléfono para avisar a su esposo que en unas horas sería deportada a Honduras. De inmediato él pidió permiso a la empresa donde laboraba para ausentarse, tomó su auto y se dirigió a su casa, tomó a su hija Carolina de año y medio; su madre seria deportada.
“Fue a través de un vidrio que vi por última vez a mi hija, sólo pude verla por unos minutos y esposada de pies y manos me subieron al avión, durante el viaje a mi país recordé cuando mi madre salió de Honduras con destino a los Estados Unidos, yo tenía 9 años”, relata Daniela.
Sin padre, ella quedó en custodia de sus abuelos y hermanos mayores, en los barrios de la capital hondureña, Tegucigalpa. Justo el día de su cumpleaños Daniela lloró la partida de su madre.
A pesar de la constante comunicación, Daniela esperaba el momento en que su madre entraría por la puerta por donde un día ella salió. Pasó 6 años sin verla y un 23 de julio del 2006 por la madrugada junto con un primo, Daniela dejó atrás los momentos de tristeza para ir en busca de su madre, con solo 1, 000 lempiras (500 pesos).
“Logré llegar a California donde conocí a Pedro, nos juntamos y tuvimos a Carolina, la razón por la que me encuentro en estos caminos sufriendo, pasando tragedias. Yo no cruzaré la frontera, cruzaré ese vidrio que un día nos separó, por donde vi por última vez a mi hija”. Exclama Daniela con lágrimas en sus ojos.
Fue en Santa Elena, Guatemala, cuando decidimos junto con otros compañeros de viaje tomar la ruta de la técnica a Palenque, Chiapas, para ingresar a México. Ya estando de lado mexicano, caminamos por una zona que parecía selva, todo era potrero, de pronto 5 hombres armados nos salieron al paso, a todos nos desnudaron, a uno de mis compañeros lo golpearon en su cara y empezó a sangrar, a mí me dio mucho miedo y mejor cerraba mis ojos; de pronto uno de ellos me dijo: “párate y camina”. Yo le dije: ¿A dónde me llevas? ¿Qué me van hacer?, “Lo que a todas” me respondió el hombre.
De pronto sentí un golpe en mi cara, me aventó al suelo, uno de ellos empezó a quitarme mi ropa, yo gritaba, pedía ayuda pero en medio de la nada, ninguna persona escucharía mis suplicas. Tres de ellos me violaron, “ya te puedes ir” me dijeron. Salí corriendo, sentía tanto miedo y tristeza, lloraba de rabia, llevaba como 15 minutos corriendo cuando escuche mi nombre, era mi primo y los demás compañeros, ellos me estaban esperando escondidos en los montes, seguimos el camino hasta llegar a un carretera, tomamos una combi y llegamos a Palenque.
Ahí tomamos el tren en la madrugada, estaba lloviendo y casi resbalo cuando me estaba subiendo. Viajamos por muchas horas, lloraba en silencio y me acordaba de mi hija, eso me daba ánimo de seguir adelante a pesar de lo que me había pasado.
Nosotras las mujeres sufrimos mucho en este camino, cualquiera se aprovecha por nuestra condición, siempre hay una razón por la cual tomamos la decisión de emigrar, de salir de nuestros países”.
El sufrimiento y las agresiones se agudizan en cuanto entran a México.
Las estadísticas de agresiones contra la mujeres indican que 7 de cada 10 mujeres sufren de abuso sexual y 9 de cada 10 son acosadas sexualmente durante el viaje rumbo a los Estados Unidos, esos números son alarmantes pero hasta el momento no existen mecanismo para contrarrestar estos crímenes; las mujeres viajan con el pánico de que en cualquier momento pueden ser violadas, ya sea por bandas del crimen organizado o por alguna autoridad policiaca. Un gran número de mujeres secuestradas son destinadas a ser empleadas para laborar en centros de vicios, es decir muchos de los secuestros que ocurren en México hacia los migrantes son exclusivamente hacia mujeres, con la finalidad de entregarlas a bandas que se dedican a la explotación sexual. Uno de los estados donde existe un alto índice de este crimen es Chiapas, es común ver a jovencitas de origen centroamericano de entre 15 a 18 años laborando en bares, cantinas y burdeles donde son obligas a ejercer la prostitución contra su voluntad.
En su mayoría, las mujeres que deciden emigrar es porque en su país de origen sufrieron de violencia intrafamiliar, son víctimas de la inseguridad en sus países, muchas de ellas fueron incluso obligadas a trabajar para mantener a sus parejas sentimentales; la decisión de emprender el viaje rumbo a México es porque su vida corre peligro. “Tengo mucho miedo de subirme al tren, pero más miedo me da regresar a mi país”, indican la mayoría de ellas.
Cuando se internan a territorio mexicano, el peligro se agudiza. Durante el viaje, al igual que el resto de sus compañeros, tienen que tomar caminos peligrosos y subirse al tren, algunas recurren a un traficante de personas para que las guie pero incluso ellas también son abusadas por estos llamados “coyotes”.
En los últimos años, la migración por parte de las mujeres ha incrementado. En los albergues donde les ayudan es notable observar dicho incremento, ellas son el grupo más vulnerable de los vulnerables, se han documentado casos de mujeres que sufrieron violaciones sexuales durante la entrada al país, durante el tren en movimiento o cuando alguna autoridad policiaca las detuvo.
El valor de las mujeres migrantes es admirable a pesar de lo que les pasa en el camino, no detienen su viaje, porque dicen ellas “no quieren seguir sufriendo en sus países”. Hoy día es necesario exigir mayor atención hacia ellas, que en México existan leyes que lleven verdaderamente a prevenir estos delitos cuando transitan por nuestro país, pero sobre todo que exista un ley migratoria de acuerdo a la realidad de estas personas, que ayude a sacarlas del “infierno” como le llaman a la ruta migratoria, para así no sufrir estos atropellos, es decir, ya es hora de parar este holocausto y la mejor manera es otorgar un permiso o visa de tránsito para que viajen dignamente y se acabe la migración violenta.
Hasta el momento ellas solo forman parte de las estadísticas de secuestros, violaciones, asaltos y trata de personas, ningún organismo o institución le ha importado realmente lo que les sucede a estas valientes mujeres; por lo menos no se ven en la ruta que ellas toman durante su paso por México. Ellas son víctimas de la delincuencia organizada, pero también son invisibles e ignoradas por este gobierno y sociedad machista.
Mujer Migrante
La bestia calla cuando la negra noche se apodera de tus sueños ,ella es su cómplice en esta misión de acabar con tu libertad , tus ojos brillantes se nublan en medio de la obscuridad, un escalofrió recorre tu cuerpo migrante y sin compasión es llevado al matadero, ahí las manos sucias del malvado rasgan tus vestiduras para arrebatar tu inocencia, quisieras morir, pero tu valentía y coraje puede más que la indiferencia que permite el cobarde crimen cometido hacia ti, te levantas y continuas la ruta de la muerte.
Rubén Figueroa – Movimiento Migrante Mesoamericano
Contacto: ruben_migrante@hotmail.com
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