San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
16 de junio de 2015.
La fila es muy larga. Larguísima. Como doscientas personas. Pero no es para votar ni para deberle al gobierno cobrando sus programas. Es para comer uno de los calditos de carne con verduras más sabrosos que hemos probado en mucho tiempo. La amabilidad de unas cincuenta mujeres, rodeadas de un batallón de niñas y niños que no paran de jugar, nos ha preparado también agua de horchata y una salsa peligrosa. A la sombra de encinos y perales nos colmamos de tortillas tricolor. Una barrera de pinos viejos nos protege la espalda sin estorbarnos nunca la vista de un paisaje inigualable. El clima es tan generoso y la tarde tan firme como esta comunidad, San Francisco, Municipio de Teopisca, tierra rebelde recuperada hace veinte años cuando comenzó a caminar con nosotras y nosotros la lucha zapatista.
Familiares y sobrevivientes de Ayotzinapa llegan invitados por el Congreso Nacional Indígena adonde “hoy toca ser sede del espacio de Semilla Digna”, adonde la comunidad anfitriona nos dice “somos descendientes de mozos y peones que trabajaron esta finca”. Acabamos de terminar tres horas de encuentro de comunidades y grupos adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Por Ayotzinapa, acuden doña Bertha Nava y don Tomás Ramírez, padres de Julio César Ramírez Nava, asesinado el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, doña Cristina Bautista Salvador, madre de Benjamín Ascencio Bautista, desaparecido, y Omar García, estudiante normalista. También asisten familiares y sobrevivientes de otras masacres. Estas familias arrancan un recorrido que se suma a los de estos meses recientes. Durante dos semanas, visitarán comunidades en lucha por los estados del sureste mexicano.
Don Tomás explica que los invitaron Las Abejas de Acteal, quienes “también lo han pedido la justicia”. Luego nos pregunta y se responde: “¿Cuándo va a llegar esa justicia por esos gobiernos corruptos? Nunca. Nunca.” Por eso exhorta a la unión y al apoyo mutuo sin importar distancias. Nos avisa que “vamos a seguir sin parar”. Doña Cristina habla poco, fuerte, agradece a la comunidad y luego exhorta: “Les pido como mamá que sigan haciendo ruido”. La cubre una camiseta con mujer y lema zapatistas. Doña Bertha nos pide algo: “No tengan miedo” porque eso es lo que quieren los gobiernos, “que les tengamos miedo”. Nos cuenta que en Ayotzinapa están viviendo un cerco de fuerzas militares. Pero el mundo está mirando “a Peña Nieto y su gente asesina”. Habla con voz muy sólida. Nos dice que no es “un delito buscar a un hijo, y si lo es, pues somos culpables”. Los niños que quedaron sin sus padres en septiembre van a las marchas y gritan las consignas y “nos dan más fuerza porque siguen esperando a sus papás”.
Omar García agradece al CNI y nos habla de que debemos atesorar la tierra que tenemos así como está, con toda la destrucción que le han causado durante siglos, pues “si esto nos dejaron, esto lo vamos a defender”. Explica que en el gobierno “siempre encuentran culpables cuando los culpables son ellos”. Y analiza luego las secuelas constructivas de Ayotzinapa: “43 familias se han encontrado”, no se conocían, ni siquiera se parecen, hasta se han peleado, pero van “a continuar juntos”. En sus recorridos de estos meses, no sólo pidieron apoyo para Ayotzinapa sino para todas las luchas, así que ya organizaron “una red de solidaridad” con colectivos en los países que han recorrido y que, entre ellos, tampoco se conocían, o no se recordaban. “Ayotzinapa nos ha unido a muchos”, y si no somos tantos para el sistema, igual seguimos porque “no nos contamos por números” sino por la fuerza de las relaciones que va tejiendo esta lucha. “Falta mucho”, afirma, “pero vamos caminando” juntos. “No nos van a callar” porque tenemos que “cambiar este país”. Al dolor de Acteal le dice: “lo que han padecido ustedes lo hemos padecido nosotros”. Ahora hay que enfrentar ese dolor “junto con ustedes”. Él lo enfrenta al final del encuentro aventándose “una viejísima canción guerrillera” que dedica a las comunidades. “Le improvisé algunos versos”, dice rodeado de su familia nueva, la que le quita el miedo de cantar solo: “Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados, en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro…”
Por la Mesa Directiva de la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal habla en tzotzil una compañera, sobreviviente de la masacre de 1997, para dirigirse a Ayotzinapa. Un compañero nos traduce sus palabras: “También nosotros hemos sufrido” al ver morir a 45 personas y 4 niños “que aún no han nacido”. Y la decisión le alcanza para animar a quienes lo necesitan: “Nunca vamos a desanimarnos. No se desanimen. No tengan miedo. Tamos aquí también nosotros”. Además, “somos bastante”. Otro compañero de Acteal trae consigo el mismo ánimo que esta tarde bondadosa: “Estamos volviéndonos como hermanos, como vecinos, como amigos”. Sobre la tentación de la venganza, dice que “nos da gana de responderlo” lo de Guerrero, “pero no. Hay que pensar”.
Sentadas bajo una lona grande y bajita, unas trescientas personas escuchamos con atención todas las participaciones de comunidades indígenas y adherentes a la Sexta: Cruztón, Candelaria El Alto, Municipio Venustiano Carranza, el Predio El Desengaño, Comunidad San Isidro El Ocotal, Alcanfores, La Resistencia contra las Altas Tarifas de la Luz en La Grandeza, Municipio de Amatenango del Valle, el Colectivo Centro de Derechos de la Mujer, el Grupo de Trabajo No Estamos Tod@s, la Red de Defensa de los Pueblos Indígenas de los Altos de Tenejapa, Chiapas, México.
Todas las intervenciones confluyen hasta parecer la misma porque “tenemos los mismos problemas por el sistema capitalismo”, porque para los gobiernos, “nosotros los pobres” no somos nada, dicen, “no valemos nada”, nos dan “lo que ni los perros quieren”, “somos hormigas”, pero nos tienen miedo porque, si somos hormigas, pues “que se paren en este hormiguero”. El gobierno se asusta, “afloja las manos” al ver la resistencia. “Somos fuertes”. “Ése es su miedo”. “Las mujeres” también, o más, aunque “no estamos retomadas en cuenta”. Y “si no unimos nuestra fuerza, si no alzamos la voz, ¿qué será de nosotros mañana?”. Porque “o dominas el miedo o el miedo te domina”. “Compartimos nuestras luchas por nuestra madre tierra”. “Llegábamos a cultivar la tierra con miedo”, “pero nos organizamos”. Tenemos “la dicha de tener manantiales”, bosques, aire, ríos, dignidad e inteligencia. “Reserva”, le dicen al despojo. “Entran bonito, hablan bonito” y engañan y hacen trampa, pero “el sufrimiento y los golpes es lo que nos hace despertar”. Ayotzinapa no “sabíamos que existía esa comunidad”, pero “así nos conocemos”. Aquí. “Vamos caminando, vamos aprendiendo a buscar más hermanos” para decirles “su lucha es nuestra. Su dolor es nuestro. Su esperanza es nuestra esperanza”. Y “por si estas palabras” llegan a los malos gobiernos que con sus proyectos quieren “tapar nuestros ojos” y “tapar nuestras bocas para no decirle nada”, pues decimos claro lo que queremos: “libertad” para las presas y los presos políticos, “respeto a la madre naturaleza”, a Bachajón, “respeto definitivo a tierras y territorios” porque “los cabrones que gobiernan” y los que hacen perforaciones petroleras “no pertenece para venir a violar derechos agrarios” y porque muchos tienen su creencia profunda de que “el que trabaja por la justicia es reconocido como hijo de Dios”. “Seguimos en pie de lucha. No nos rendimos”. “Estamos juntos y juntas”. Ya entiéndanlo. Nos faltan miles. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Cuando comienza esta tarde temprana, dos jóvenes de San Isidro entonan su propio canto con la música del himno zapatista:
Qué pobres estamos todos sin ni un pan para comer
porque nuestro pan lo gasta el patrón en su placer.
Mientras que él tiene vestido y palacio y dinero
nosotros vamos de esclavos sin justicia y sin derecho.
Nosotros sembramos todo y todo lo cosechamos
pero toda la cosecha es para el bien de los amos.
Nosotros sufrimos todo, la explotación y la guerra.
Así nos llaman ladrones porque pedimos la tierra.
Y luego los padrecitos nos echan excomuniones.
¿A poco piensan que Cristo era como los patrones?
Compañeros del arado y los de toda herramientas,
no’más nos queda un camino: unirnos manos con mano.
Las participaciones coinciden en decisión y fuerza. Vamos caminando. Nos lo dicen en varios idiomas y en todos se entiende: “estamos en el pie de lucha”, “estamos en pie de la lucha”, caminamos con pies de lucha. En esta tarde firme, bondadosa y temprana, Acteal y Ayotzinapa van marcando nuestro paso.
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