Resumen Latinoamericano*, 20 de enero 2018.
Se ha convertido en un lugar común señalar que la lucha de los kurdos en el norte de Siria tiene relación con el movimiento zapatista. En cualquier caso, el pensamiento de Abdullah Ocallan, igual que con lo que ha sucedido en la región de Rojava en los últimos años, está en consonancia con lo que muchos movimientos sociales latinoamericanos están realizando.
La primera es en relación a la Nación-Estado. Pueblos distintos, tales como los Mapuche en Chile y Argentina, los Nasa en el sur de Colombia, los Aymaras de Bolivia, los pueblos indígenas del Amazonas y las tierras bajas, no se identifican con sus Estados, ni buscan introducirse en las instituciones estatales. Los nuevos movimientos negros en Colombia y Brasil están siguiendo procesos similares, lo que les hace mantenerse alejados del juego de ajedrez político de la Nación-Estado. No es una cuestión ideológica. Para la mayor parte de ellos las Naciones-Estado no forman parte de sus historias o experiencias como pueblos, y entienden ésta como una imposición del colonialismo y de las élites criollas.
Los kurdos de Rojava no pretenden construir ningún Estado. Ocalan considera la Nación-Estado como la forma de poder propicia a la “civilización capitalista”. Para los kurdos que comparten sus ideas, la lucha antiestatista es incluso más importante que la lucha de clases, lo que sería considerado una herejía por aquellos izquierdistas latinoamericanos que aún miran hacia el siglo XIX. Éstos consideran el Estado como un escudo para proteger a los trabajadores.
En el libro “Capitalismo: la edad de los Dioses Desenmascarados y los Reyes Desnudos”, el segundo volumen del “Manifiesto por una Civilización Democrática”, el líder kurdo mantiene una tesis que es muy similar a la práctica zapatista. Atormentar al Estado, escribe Ocalan, “pervierte a los revolucionarios más devotos”. Concluye con una reflexión que merece la pena para recordar el centenario de la Revolución Rusa: Ciento cincuenta años de lucha heroica fue sofocada y volatilizada en un torbellino de poder
La segunda relación es respecto a la economía. Los zapatistas tienden a ridiculizar las “leyes” de la economía y no sitúan esta disciplina en el centro de su pensamiento, tal como se evidencia en los comunicados del Subcomandante Marcos. Ocalan, por otra parte, subraya que “el capitalismo es poder, no economía”. Los capitalistas utilizan la economía, pero la base de su sistema es la fuerza, armada y no armada, para confiscar la plusvalía producida por la sociedad.
El zapatismo define el actual modelo extractivo (monopolios como el de la soja, minas a cielo abierto y trabajos de mega infraestructuras) como la “cuarta guerra mundial” contra los pueblos, por el uso y abuso de la fuerza para definir las sociedades.
En ambos movimientos hay una crítica formal al economicismo. Ocalan recuerda que “en las guerras coloniales, donde comenzó la acumulación originaria, no había reglas económicas”. Los movimientos negros e indígenas en Latinoamérica consideran, por su parte, que enfrentan un poder colonial, o “colonialidad de poder”, un término utilizado por el sociólogo peruano Aníbal Quijano para describir el núcleo de dominación en este continente.
En efecto, el economicismo es una plaga que contamina los movimientos críticos, que va de la mano con el evolucionismo. Una legión de izquierdistas considera que el final del capitalismo llegará por la sucesión de crisis económicas más o menos profundas. Ocalan opone esta perspectiva y rechaza la propuesta de aquellos que creen que el capitalismo nació “como el resultado natural del desarrollo económico”. Los zapatistas y kurdos parecen coincidir con la tesis de Walter Benjamin según la cuál el progreso es un huracán destructivo.
En tercer lugar, los movimientos latinoamericanos defienden el Buen Vivir que es contrario al productivismo capitalista. Las Constituciones de Ecuador y Bolivia (aprobadas en 2008 y 2009), resaltó la naturaleza como sujeto de derecho en vez de continuar considerándola como un objeto para ganar riqueza. Entre los movimientos, la idea es que más que una crisis de capitalismo, estamos ante una crisis de civilización.
El movimiento kurdo sostiene que el capitalismo lleva a la crisis de la civilización moderna capitalista occidental. Este análisis nos permite superar la ideología de progreso y desarrollo, integra las distintas opresiones vinculadas al patriarcado y al racismo, la crisis ambiental y de salud, y asume una visión más ancha y compleja de la crisis actual.
Una civilización avanza hacia la crisis cuando ya no tiene los recursos (materiales y simbólicos) para resolver los problemas que ella misma ha generado. Esta es la razón por la que movimientos que parecen distantes geográfica y culturalmente de los otros sienten que la humanidad está ante el umbral de un nuevo mundo.
Además de estos tres puntos en común, encontramos una mayor confluencia: las mujeres ocupan el centro de los movimientos latinoamericanos y forman el núcleo del pensamiento de Ocalan. Cientos de miles de mujeres que sienten empatía y complicidad con su contraparte en Rojava se han encontrado en las calles de Argentina bajo el lema Ni Una Menos.
“El hombre fuerte y malicioso”, señala Ocalan, está en el origen del Estado, una institución profundamente patriarcal diseñada por y para la opresión, que no puede ser transformada en una herramienta para la liberación.
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