En los lugares más invisibles y los hogares más
cálidos y sencillos, nacen las personas que dejan una fuerte huella en
el tiempo. José Raúl Vera López pertenece a ellas. Nació el 21 de junio
de 1945 en Acámbaro, Guanajuato, en el seno de una familia de
trabajadores. En estos días cumplirá 75 años y queremos sumarnos a sus
festejos para agradecer la vida y labor de quien ahora y siempre será
llamado don Raúl o Jtatik Raúl.
Fue en Acámbaro donde aprendió a amar, a estudiar, a
hacer deporte, a tener fe y a contemplar la belleza de la naturaleza,
del campo y del trabajo humano que dignifica la vida. También ahí, al
lado de su familia, moldeó su gran sentido del humor. Desde entonces,
Jtatik Raúl tiene el don de encontrar y contar el chiste preciso en el
momento exacto.
Responder con decisión, voluntad y pasión a los
desafíos que impone el tiempo que se vive fue un compromiso que afirmó
por primera vez al llegar a la Ciudad de México para estudiar la carrera
de Ingeniería Química. Allí se sumó al Movimiento Estudiantil que en
1968 marcó un parteaguas en la historia de México. El Movimiento y la
época convulsa que lo produjo puso en cuestión la finalidad de sus
estudios. Tras concluirlos, decidió hacer su propia química en el
ministerio sacerdotal. Optó por la Orden de Predicadores, convencido de
realizar en ella su compromiso con México, con la humanidad y con Dios.
Allí conoció y se alimentó de la obra y ejemplo de grandes personajes y
pastores dominicos, abierto también a otros testimonios de vida, como el
de don Sergio Méndez Arceo, así como a los históricos cambios en la
vida eclesial planteados por el Concilio Vaticano II.
Mientras predicaba la buena nueva por el país y el
mundo, la realidad de las y los más sufridos lo fue moldeando y llevando
a un compromiso mayor con ellos. En 1987, a sus 42 años se le nombró
obispo de la Diócesis de Altamirano, Guerrero, donde, de manera más
directa, compartió con la gente el dolor, la pobreza, la violencia, la
discriminación y la injusticia.
En el marco del levantamiento de los pobres del color
de la tierra, que cimbró al mundo y convirtió a Chiapas en un
torbellino de horror y búsqueda de paz con justicia y dignidad, don Raúl
fue nombrado coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas en
agosto de 1995. Allí se entregó por completo a un trabajo dirigido a
cultivar la dignidad recuperada por la rebeldía de los pueblos y a
profundizar el trabajo pastoral y profético del obispo Samuel Ruiz
García, el querido y reconocido jTatik Samuel. Al lado de los pueblos
indígenas, que le enseñaron mucho, de Don Samuel y de un gran e
incansable cuerpo pastoral, sufrió amenazas, insultos, ataques e
intentos de homicidio. Nada lo detuvo. Lejos de ello, la fuerza de su
predicación se hizo más poderosa y clara, al grado de denunciar
internacionalmente la matanza de Acteal.
Tanto creció la fuerza de su voz que se le negó el
derecho a suceder a don Samuel en la Diócesis de San Cristóbal.
Designado obispo de Saltillo en diciembre de 1999, llevó consigo el
mandato del jTatik. Al frente de esa Diócesis, a la que ahora por edad
deberá renunciar, Don Raúl, a lo largo de 20 años, no ha dejado de
caminar al lado de las comunidades más vulnerables y vulneradas de su
Diócesis, de levantar la voz frente a las injusticias y de reconstruir
la Iglesia. Así ha apoyado la lucha por las mejoras laborales de los
trabajadores mineros, ha acompañado el reclamo de justicia de las viudas
de Pasta de Conchos; se ha solidarizado con las comunidades que
enfrentan despojos y contaminación por parte de las grandes empresas; ha
alzado la voz en defensa de los migrantes; ha apoyado el trabajo tanto
del albergue como de la pastoral migrante de su Diócesis, así como el
trabajo del Centro Diocesano para los derechos humanos Fray Juan de
Lario. Ha defendido a las trabajadoras sexuales y denunciado los
crímenes que, en 2006, militares perpetraron contra ellas en Castaños.
Ha acompañado incondicionalmente y de muchas maneras a las víctimas y
familiares que sufren violencia y desaparición. Nunca, salvo ahora que
se suspendió por la pandemia, ha dejado de asistir a la Caminata
Nacional de Madres que buscan a sus desaparecidos. Ha denunciado también
los crímenes cometidos al amparo de la Iglesia y promueve una reforma
para evitarlos.
La dimensión pastoral de Don Raúl no se circunscribe
sólo a Saltillo. Además de continuar presente y activo en Guerrero y
Chiapas, se ha convertido en voz y presencia solidaria, no sólo en
México y el mundo entero, sino también de las organizaciones que preside
o acompaña, entre las que destacan el Centro de Derechos Humanos Fray
Bartolomé de las Casas (Frayba), el Centro Nacional de Apoyo a Misiones
Indígenas (CENAMI), el Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad
con los Pueblos de América Latina “Óscar Romero” (SICSAL), Servicios y
Asesoría para la Paz (SERAPAZ) y la Red Nacional Década contra la
Impunidad.
Entre las múltiples actividades que ha realizado
internacionalmente hay que recordar su participación en la Primera
Misión Civil de Paz en Siria, en 2011; la petición de perdón a las
víctimas de la guerra en Colombia, que hizo en Bogotá en 2017 y en
Medellín en 2018, reconociendo la omisión o complicidad de la Iglesia
católica en su sufrimiento, en todos esos momentos fue el único obispo
presente; el 24 de marzo de 2015 celebró la Eucaristía en el mismo altar
donde asesinaron a Monseñor Arnulfo Romero; y el 23 de mayo de ese
mismo año participó en su beatificación.
A través de sentir en carne propia el dolor de los
más sufridos, Raúl fue constructor del Tribunal Permanente de los
Pueblos (TPP) que, en su Capítulo México, de 2012 a 2015 desarrolló el
trabajo de investigación y denuncia más exhaustivo de los tiempos
recientes sobre el proceso de destrucción y entrega de México a los
grandes capitales y la deformación de sus leyes, instituciones y órganos
de gobierno para dicho fin. Así como en 1968 optó por la vida
sacerdotal ante los dilemas que los tiempos mostraban, tras concluir el
Capítulo México del TPP, asumió el desafío de ir más allá de la denuncia
a plantear las salidas necesarias frente al desastre. Desde entonces
lanzó la propuesta de un proceso de Nueva Constituyente Ciudadana y
Popular como única forma de reconstrucción y refundación de México.
Desde 2015, la voz de la denuncia que alza con fuerza viene acompañada
también de la esperanza de cambio y la invitación a asumir el trabajo
necesario para soñar y hacer otras formas de política para que México
sea un día la casa de todas y todos.
El testimonio de Jtatik Raúl, al lado del pueblo, de
las y los marginados, de las y los perseguidos, de las y los violentados
y despojados es tan inmenso como conmovedor. No ha sido fácil y no ha
estado exento de tropiezos y errores. Desde una conversión profunda e
integral, su empeño por construir la paz con justicia y dignidad le ha
requerido la terca convicción de enfrentar siempre al poder político y
económico.
Los que lo hemos acompañado y hemos sido acompañados
por él, le damos, en su 75 aniversario, las gracias. Pastores como él
sostienen viva la esperanza. Además de reiterar su nombre y calidad de
Jtatik, ahora queremos constatar su dimensión de hermano y compañero.
Celebramos su vida y su labor. Le acompañamos en la
cosecha final de su tarea diocesana en Saltillo. Y le damos la
bienvenida a su nueva etapa de emeritez. Sabemos que su fuerza, madurez y
experiencia seguirán latiendo en el reto profético y estratégico de
abrir nuevos horizontes para que la paz, la justicia y la libertad
reinen en México y el mundo.
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