Las Artes y las Ciencias en la historia del (neo) Zapatismo
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SCI Galeano: "Algunas primeras preguntas"
SCI Galeano: "la culpa es de la flor"
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28 de diciembre del 2016.
La noche de ayer, les platicaba del desbarajuste interplanetario que había desatado la pregunta “¿Por qué esa flor es de ese color, por qué tiene esa forma, por qué tiene ese olor?
Aunque creo que es evidente, no sobra el aclarar que la respuesta que el SubMoy le dio a la jovencita zapatista fue la misma que, tal vez, no sé, es probable, es un supositorio, ha dado combustible al avance de la ciencia desde sus inicios: “No sé”.
Ahora pienso que, seguramente, la jovena sabía que ésa era la respuesta, pero esperaba que el SubMoy entendiera que, dentro de la flor, había una pregunta más grande.
El SubMoy, ahora lo sabemos porque estamos aquí, en este encuentro, sabía que la respuesta “No sé”, no sólo era insuficiente, sino que sería inútil si no llevaba a otras preguntas.
Ahora él les platicará lo que es, como quien dice, el contexto de la pregunta… y de su respuesta.
A mí me toca ahora platicarles brevemente algo de la prehistoria de esa pregunta y de esa respuesta.
Las artes y las ciencias antes del inicio del alzamiento, al interior del ezetaelene, tenían un universo muy reducido y una historia breve: ambas, ciencias y artes, tenían un motivo, una dirección, una razón impuesta: la guerra.
Primero en los campamentos guerrilleros, luego en los cuarteles y después en las comunidades, las artes se limitaban a la música, la poesía y algo de dibujo y pintura, todas con mensajes revolucionarios exclusivamente. Claro, no era raro que de pronto se colaran canciones de amores y desamores, corridos, rancheras, y hasta alguna balada de Juan Gabriel, pero eso era en la clandestinidad dentro de la clandestinidad.
El cine o la cinematografía tenía como sala exclusiva o “vip”, nuestra imaginación. Uno de los insurgentes nos contaba siempre la misma película, pero hallaba el modo de modificarla en cada ocasión, o de mezclarla con otras. Así fue como vimos el original y varios “remakes” de “Enter the Dragon”, con Bruce Lee en el único papel, porque el compa se pasaba horas explicándonos los movimientos y golpes. Esto siguió hasta que, con una pequeña planta de luz y un pesado y estorboso proyector de 16 milímetros, vimos una película vietnamita que creo se llamaba “Punto de Enlace” o algo así, y que, por supuesto, sólo estaba en el idioma original, así que con imaginación le poníamos diálogos en español y hacíamos otra película de la película original. No estoy seguro, pero creo eso se llama “intervención artística”.
Llamo la atención sobre esto, porque creo fue la primera vez que confluyeron las ciencias y las artes en un campamento zapatista. Y por las ciencias no me refiero al generador portátil y al proyector, sino a las palomitas de maíz, que alguien tuvo a bien incluir en el envío del aparato y la película.
Por supuesto que nos atascamos de maíz palomero al grito de “comer hoy o morir mañana”, y al otro día casi se cumple la consigna: desde la madrugada, con una diarrea colectiva, el batallón insurgente entero dejó el paraje como si una piara de jabalíes se hubiera asentado ahí. Nos consolamos después, pensando que era una muestra de guerra bacteriológica. Moraleja: tengan cuidado con las consignas.
El contacto con los pueblos, amplió ese limitado horizonte: en las celebraciones, los compas establecían horarios para “el programa cultural”, decían, y “para la fiesta”. Así, en un horario que se fue acortando con los años, se declamaban poesías, se leían pensamientos y se cantaban canciones, todo de lucha. Paulatinamente, “la fiesta” fue ampliando su duración y calidad. En ese horario era donde se bailaba y se cantaba lo que estaba de moda en esa época. Las músicas digamos “comerciales”, a su vez, empezaron a ser desplazadas por la producción local. Primero, cambiando las letras de las canciones; después componiendo también la música.
Los bailes cambiaron: de las filas enfrentadas, al baile de parejas. Originalmente, en los bailes de los pueblos, se ponían dos líneas: una de mujeres y, enfrente, una de hombres. Esto tenía su razón de ser: con la línea desplegada de las mujeres, las mamaces podían controlar a sus hijas, y ver si se escapaban o se mantenían en el balanceo continuo de “La del moño colorado”. Posteriormente, poco a poco y después de acaloradas asambleas, se permitió el baile de parejas, aunque con el mismo ritmo. Pero la línea pesaba, así que era común ver a una pareja bailando, pero con ella mirando a un costado y él mirando al lado contrario. El teatro, o “seña”, era muy esporádico. Los dibujos y pinturas de los periódicos murales de montaña, se mudaron a las comunidades, pero los temas se mantuvieron.
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Si les parece que la actividad artística era rala, la científica era prácticamente nula (porque el libro de Isaac Asimov, que el finado cargaba en su mochila, no cuenta como ciencia). Para el contacto con la naturaleza, usábamos los conocimientos de las comunidades, es decir, nos limitábamos a conocer hechos, sin saber la explicación o, explicándolos de acuerdo a los cuentos y leyendas que circulaban en las comunidades.
Por ejemplo, el tiempo de lluvia y las etapas de la siembra. Había datos empíricos que indicaban que iba a llover o que no, y estadísticamente funcionaba. En los campamentos de montaña, por ejemplo, cuando los mosquitos aumentaban en número y agresividad, quería decir que iba a llover. Claro, también teníamos barómetros y altímetros, pero los zancudos eran más precisos. Si nos hubieran preguntado entonces cuál era la relación entre los mosquitos y la lluvia, hubiéramos respondido “no sé”, pero no hubiéramos ido más allá, y sabíamos que lo que correspondía era poner los techos de plástico o apurarse a llegar al pueblo o al campamento, y no hacer investigaciones científicas.
Lo más científico que se hacía era calcular energía y trayectorias de bala, resistencia de materiales (porque había que saber dónde protegerse de los disparos del enemigo), alinear miras telescópicas, fabricación de artefactos explosivos, y “navegación terrestre” con el uso de mapas, altímetros y el clisímetro, para lo cual era necesario estudiar lo básico de trigonometría, álgebra y cálculo. Estábamos por aprender a usar el sextante, para poder orientarnos de noche, pero no llegamos a tanto. Y no era necesario, porque los compas de los pueblos conocían tan bien el terreno, que no necesitaban ninguna máquina para orientarse. Y podían “predecir” fenómenos naturales a partir de otros, o de usos y costumbres.
El mundo estaba habitado entonces por personajes mágicos, con el Sombrerón y Xpaquinté recorriendo los caminos reales, picadas y caminos de extravío, y sentándose con nosotras, nosotros, en los campamentos insurgentes de las montañas del sureste mexicano.
En medicina se aplicaban dos métodos fundamentales. Como no sabíamos de la existencia de la cura con cuarzos, el biomagnetismo o cosas parecidas con igual rigor científico, entonces recurríamos a la sugestión impuesta o a la autosugestión. Como no pocas veces no teníamos medicinas, si teníamos fiebre, nos decíamos y repetíamos: “no tengo fiebre, todo está en mi cabeza”. A ustedes les provocará risa tal vez, pero el finado SupMarcos contaba que él enfrentó varios casos de salmonelosis con ese método. “¿Y funcionaba?”, le preguntamos en esa ocasión. Él respondió con su acostumbrada modestia: “Pues mírenme, estoy vivo y más hermoso que nunca”. Bueno, eso fue antes de que le diéramos muerte.
Cuando sí teníamos medicina, usábamos el método científico del “ensayo y el error”. Es decir, alguien se enfermaba, le dábamos una medicina, si no se curaba, otra diferente, y así, hasta que le atináramos o la enfermedad, seguramente aburrida del método, cedía.
Otro método científico de cura era el llamado “escopetazo”. Si alguien tenía síntomas de una infección, le dábamos un antibiótico de amplio espectro. Casi siempre se curaba y, claro, quedaba químicamente puro, con lo mínimo para sobrevivir hasta la próxima infección.
Años después, cuenta el finado, los tratamientos médicos que dictaba se basaban en estadística simple: en montaña, tales y tales síntomas se curan con tales medicamentos en el x % de los casos; si en una tropa de X número de combatientes, tantos se enferman con tales síntomas, hay x % de probabilidades de que se trate de la misma enfermedad.
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Una anécdota de montaña, contada también por el difunto SupMarcos hace años, puede servir para contrastar con el ahora que les mostramos: contaba el finado que, en una exploración en lo profundo de la Selva Lacandona, una sección insurgente de infantería quedó lejos del campamento base, viéndose obligada a pernoctar sin más cobijo que las copas de los árboles y las hojas de las plantas; hicieron una fogata para ver si podían asar una víbora nauyaca que era lo único que habían podido cazar. El SupMarcos entonces no era “sup”, sino teniente insurgente de infantería y estaba al mando de esa unidad militar.
Como era costumbre en esa época, cuando la noche al fin descendía de los árboles y se sentaba junto a los insurgentes, con las sombras bajaban también a sentarse junto al fuego, toda clase de historias, cuentos y leyendas que, entre otras cosas, cumplían la misión de mitigar el hambre y secar las ropas que el sudor y la lluvia habían empapado. El entonces teniente de infantería, se mantuvo apartado y se limitó a escuchar lo que platicaba la tropa.
A uno de los nuevos le había pasado que, al andar por el camino de extravío, el roce de las hojas de la planta llamada La´aj, u Ortiga, le había provocado urticaria en una mano y se le había hinchado. Entre doliéndose y quejándose, el recluta le preguntó a otro combatiente por qué o qué tenía esa planta que hacía tanto daño. El veterano, sintiéndose obligado a educar al nuevo, le respondió: “Mira compa, claro te digo que eso sólo dios y la hojita lo saben”.
Tal vez por todo esto que les cuento, el finado SupMarcos, cuando era el vocero zapatista, abundaba y redundaba en leyendas, cuentos y anécdotas más referidos a explicaciones de la realidad ligadas a la cultura ancestral. Los cuentos del Viejo Antonio, por ejemplo.
Si el finado era una ventana para asomarse al zapatismo de entonces, y ahora es el Subcomandante Insurgente Moisés, no es que haya cambiado sólo la ventana, también lo que se ve y escucha a través de esa ventana. El zapatismo de hoy en las comunidades, es cuantitativa y cualitativamente diferente, ya no digamos al de hace 30 años, sobre todo al de los últimos 10-12 años, que es el período en el cual debe haber nacido la niña que se autodenomina “Defensa Zapatista”.
Con esto quiero decirles que, si los niños de hace 25-30 años nacieron en los preparativos del alzamiento y los de hace 15-20 nacen en la resistencia y la rebeldía; los de los últimos 10-15 años nacen en un proceso de autonomía ya consolidado, con nuevas características, algunas de las cuales, entre las que está la necesidad de la Ciencia, les platicará el Subcomandante Insurgente Moisés, a quien cedo la palabra…
Buenas noches hermanos y hermanas compañeros compañeras.

Entonces hermanos, hermanas, compañeros, compañeras, que los invitamos pues con los compañeros y las compañeras a que vamos formando pues un colectivo, como colectivo pues que andamos las y los zapatistas y que entonces mostremos después al pueblo de México que el pueblo, el propio pueblo puede crear la forma de cómo vivir y que no necesitamos a alguien que manipulen pues así a nuestra riqueza o que las expropian lo que es nuestro como pueblo, más que nosotros como pueblos pues y que para eso necesitamos pues estar juntos con los pueblos originarios y con la ciencia de los científicos y la ciencia de los artistas, qué vamos imaginando, o qué vayamos construyendo, o que vayamos practicando y que vayamos demostrándonos entre nosotros mismos que sí se puede como los compañeros y compañeras bases de apoyo que sin más, más que su propio esfuerzo, su propia resistencia y su propio pensar de ver y crear, imaginar, han demostrado, aunque no sepan leer ni escribir, y aunque no dominan bien el español, pero en los hechos la tienen, lo que decimos pues acá, que el sistema acá, el mal gobierno pues de México se ha hecho a un lado pues y estamos practicando lo que nosotros pensamos y de lo que nosotros creemos, pero sentimos solos porque no sólo nada más los que estamos explotados pues. los indígenas en México, sino están los hermanos y hermanas tanto en el campo y en la ciudad pues. Pero para eso se necesita Ciencia pues, de cómo vamos a tener que construir el mundo nuevo pues.
Necesitamos, se siente la necesidad pues tan eso como así pues el chavito que platicamos, que siendo chavito ya está pensando así de que quiere conocer, que quiere saber por qué es tan importante la sustancia que tiene el estafiate, porque tanto escucha en el colectivo pues, en la compartición que se hacen las compañeras y los compañeros pues. Entonces eso es lo que queremos pues así plantearles, que entonces ojalá nos unamos pues para crear otra forma de ver, otra forma de pensar, imaginar pues de cómo tenemos que ir construyendo un cambio, pues que realmente es el cambio no nomás el nombre, ni nada más de color pues.
Eso es lo que sería que les podemos compartir compañeros y compañeras, hermanos y hermanas.
Subcomandante Insurgente Moisés Subcomandante Insurgente Galeano
CNI y EZLN anunciaron nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país.
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Le CNI et l'EZLN ont annoncé
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En Français Parole d'ouverture "C'est l'heure du CNI" Communiqué de l'EZLN et CNI annonçant la proposition Aclarations de l'EZLN "Réponses sans questions" Calendrier suite au 5* Congrès Ce n'est pas la décision d'une personne Une histoire pour essayer de comprendre Dénonciation d'agression durant la consultation CNI: Soutien au Peuple Yaqui Soutien à Santa Maria Ostula Plus... Analyse de la proposition par G. Lapierre Réflexion de la Sexta et des Médias libres ConSCIENCE 82 scientifiques d'une douzaine de pays |
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