“El feminismo es un terreno de lucha y de identidad social, no es solo un producto cutural, significa toda la organización social, del trabajo y de la política. Es una lucha, es la definición de qué significa ser mujer”, resalta Silvia Federici, filósofa y escritora.
La activista llega a Chile en un año clave para el mundo feminista, un año en donde miles de estudiantes y académicas dijeron basta de acoso y abuso en las aulas y realizaron largas tomas y movilizaciones. Un año en donde la cuarta ola feminista revivió la discusión por los derechos sexuales, la autodeterminación del cuerpo de las mujeres y sacó a miles a las calles rechazando la violencia machista y reivindicando el aborto libre.
La escritora conversó, en exclusiva con El Mostrador, sobre su perspectiva feminista marxista, desarrollada en su último libro: El patriarcado del salario. Críticas feministas al Marxismo, de la editorial Traficante de Sueños, el que está lanzando en Valparaíso, invitada por el Centro de Estudios Interdisciplinarios de Teoría Social y Subjetividad de la Universidad de Valparaíso (CEI-TESYS) y por la diputación de la parlamentaria frenteamplista Camila Rojas. Además, el 8 de octubre estará en Santiago, en un foro realizado en el marco del décimo aniversario de Fundación SOL.
La filósofa de origen italiano y radicada en Estados Unidos, llegó a Chile para reunirse con una serie de organizaciones sociales y sindicales feministas, y –hasta el momento– cuenta con más de cuatro mil mujeres inscritas para sus charlas en la ciudad puerto y Santiago. Además, se encuentra recopilando casos de nuevas violencias contra la mujer, las que pueden ser entregadas a través de la página feministresearchonviolence.org.
“Para mí, la lucha de las mujeres siempre ha sido una lucha conectada con la organización de la reproducción social. La sexualidad, el parir, la crianza, han sido construidas como cárceles para las mujeres. Todavía es muy importante que las mujeres se movilicen, porque la reproducción es fundamental para nuestra vida, hay que liberarla de la forma en la que ha sido capturada por el capitalismo”, destaca la filósofa. Federici afirma que los anteriores movimientos feministas fueron “capturados, institucionalizados desde las Naciones Unidas”, lo que se tradujo en una pérdida del sentido que se había adquirido a principio de los 70, mucho más “radical, muy subversivo, que pedía cambiar la sociedad, no solo desde las perspectivas de las mujeres”.
-¿Esta nueva ola feminista recobra esa radicalidad?
-La nueva ola es muy importante, porque son las jóvenes las que se están movilizando. La veo como un piso de conciencia, porque tantos de los problemas que nosotras enfrentamos no han sido resueltos. Nuestra revolución fue una revolución inacabada, porque ha sido capturada, porque el movimiento no fue capaz de realizar una estrategia de cambio total. Esta nueva ola tiene muchas temáticas nuevas, como la lucha contra la violencia de la mujer, porque todavía hoy vivimos una nueva contraofensiva institucional y una superviolencia a nivel internacional. Hoy hay una conciencia mÁs grande de esta violencia como una nueva forma de trabajo y de organización capitalista.
-¿Cómo se evidencia y reproduce esta violencia estructural contra la mujer?
-Hay que comprender cuáles son las raíces de la violencia, y por qué la violencia sube hoy. El análisis que hemos hecho es que la violencia es parte integrante de la organización del trabajo de las mujeres, del capitalismo, porque, cuando tienes una familia nuclear, no es un accidente que gran parte de la violencia, hasta ahora, se da por acoso sexual y el femicidio que hay en la familia. Cuando hay una estructura familiar donde el varón tiene el poder que la mujer no tiene, ella queda en posición de dependencia, no se puede dar una relación de igualdad. El varón en la familia representa al Estado, a través del salario el Estado le da al varón el poder de disciplinar, controlar el trabajo doméstico. Tiene el derecho a exigir la comida, que la casa no esté sucia, por eso, siempre hemos dicho que para luchar contra el capital las mujeres deben luchar contra los hombres de su familia. La primera lucha política es con tu papá o el varón.
-Entonces, la figura tradicional del hombre trabajador, padre proveedor de la familia, reproduce el control sistémico del patriarcado...
-Yo digo siempre que los hombres son la primera policía que encontramos en nuestras vidas. Que la relación con nuestros hermanos, con nuestros padres muchas veces es, en pequeño, la relación que hay con la policía: te controlan. Bueno, algunos no lo hacen, pero la mayoría te controla, deciden tu sexualidad, con quien te encuentras. Por eso el Estado nunca ha considerado la violencia doméstica como una violencia real, ha sido el movimiento feminista el que ha luchado por que la violencia domestica sí sea violencia. Pero también necesitamos un movimiento que diga que la violencia en contra de los niños es violencia, no se puede pensar que le vas a pegar y que es parte de ser madre o padre, no, no los es. Es violencia toda vez que golpeas o humillas, más con la diferencia de poder.
Financiar el trabajo doméstico
-Una de sus principales luchas ha sido por la remuneración del trabajo doméstico, de la crianza, algo que no ha sido muy discutido en nuestro país.-Desde el principio del capitalismo la tarea principal de las mujeres ha sido la reproducción de la fuerza trabajadora, reproducir la capacidad de trabajar cada día. Pero la economía siempre lo ha visto como un trabajo no real, nosotras hemos cambiado completamente la mirada, a partir de esta nueva comprensión hemos comprendido por qué se ha desvalorizado este trabajo y la condición de mujer, invisibilizar este trabajo ha servido a que todos los empleadores puedan aprovecharse sin remunerarlo, se da una doble explotación, hasta ahora.
-Entonces, esta idea de la emancipación de la mujer por medio de trabajo remunerado, solo ha aumentado la precarización de las mujeres...
-Es muy decepcionante la idea que da la ONU, los periódicos y feministas institucionales, de que las mujeres se están emancipando. Claro, hay una minoría de mujeres que ha disfrutado, que el feminismo le ha creado posibilidades, pero la mayoría ha creado más trabajo y no la capacidad de ser autónoma. Un ejemplo es el de Estados Unidos, las mujeres tienen uno o dos trabajos, y todavía son las más endeudadas. Con dos trabajos no son capaces de recibir salarios que les permitan sustentarse a sí mismas y a su comunidad, al contrario, usan el salario para pedir un préstamo, trabajan para endeudarse.
-Respecto al trabajo político de las mujeres, se habla de la masculinización del liderazgo de las mujeres, como el caso de Hillary Clinton, pero también hay casos en donde se acude a la imagen maternal tradicional de la mujer, por ejemplo, en Chile, Michelle Bachelet es conocida como la madre bondadosa.
-Cuando las mujeres acceden al poder, por lo general se masculinizan, se capitalizan. Abrazan una política social económica que no es a favor de la mujer. Por ejemplo, Hillary Clinton nunca ha apoyado la demanda por un subsidio importante para las mujeres que no tenían ninguna forma de sustento. Son mujeres que se adaptan y aceptan la misma política de otros gobernantes. Es muy decepcionante pensar que ponerse en la política institucional puede resolver los problemas que se enfrentan por ser mujer. También, los políticos han comprendido que poner la cara de una mujer a una política muy negativa para el bienestar, es una buena táctica, porque la cara de la mujer vende bien. Hace más suaves a políticas y medidas que son muy perversas.
-Si la vía institucional no ha rendido frutos, entonces, ¿cuál es el camino para las nuevas generaciones feministas?
-La alternativa, para mí, es un frente amplio de lucha, porque hay tantos problemas y terrenos de lucha. Estamos frente a un sistema que, después de 500 años de explotación del planeta, de la naturaleza, sigue diciendo que no es suficiente, que hay que explotar más. Sigue creando cárceles, un empobrecimiento de masas tan feo que la gente se va de su casa, de su país, lo hemos visto en Siria, hondureños, los africanos que se arriesgan a morir en el Mediterráneo. La solución es empezar luchas y movilizaciones que tienen un horizonte amplio, que miran a cambiar los problemas más inmediatos del presente, con una mirada que empieza a construir nuevas relaciones sociales, producción más cooperativa, que nos haga salir del individualismo, reconstruir el tejido social. Esta es, para mí, la tarea de los movimientos feministas y sociales que quieren construir una sociedad más justa.
-Al mismo tiempo que existe un avance de ideas como el feminismo, el fracaso de proyectos progresistas ha dado paso a una avanzada de la ultraderecha. ¿Cómo se defiende el feminismo ante esta arremetida?
-Mi posición siempre es que se vayan todos (ríe). Ante el peligro que es enfrentar esta derecha, se idealiza la alternativa. Lo que estamos viviendo es un desmantelamiento de lo que es el poder hoy, hay gobiernos que dejan caer la máscara, como el de Trump, que dicen más abiertamente lo que otros gobiernos han dicho y han hecho, pero con más moderaciones. Por ejemplo, Obama ha deportado más migrantes que los otros presidentes que han llegado antes. Entonces, es importante no idealizar. Mirando la política de gobiernos progresistas, podemos ver cuánto han apoyado una política neoliberal. Como Correa. Cuando fui al Ecuador, las organizaciones feministas y ecologistas me dijeron que llevaba una lucha por privatizar la Amazonía, por deforestar, con las compañías petroleras. Mujeres de la Amazonía ecuatoriana hicieron marchas hasta Quito para decirle que dejen de destruir sus comunidades. En Bolivia las feministas son muy críticas de Evo Morales, con los pueblos indígenas, la pelea por la carretera, el concesionamiento por la extracción del litio.
-Profundizaron el modelo...
-Poco a poco el movimiento se desarmó, la política neoliberal nunca se ha roto, nunca se ha cambiado, por eso yo digo "sí, compañeras, esta política de la derecha es muy fea, pero, por favor, no vamos a idealizar", porque en realidad hay una sociedad donde el poder cambia de forma, pero es importante ver las lógicas fundamentales, que me parece que no han cambiado. Se puede hacer más sangrienta, porque hay una resistencia, ahora se tiene miedo, cuando se veía estas mujeres en Argentina, en España, el poder tiene miedo. Y está bien que tenga miedo, es importante comprender cómo se puede responder a esta nueva contraofensiva, que es el poder laico, peligroso, que trabajan mano a mano. Entonces, sí hay algo de nuevo, pero no tanto, porque son siglos que las iglesias están cooperando en la forma de disciplinar las mujeres.
Marx no ve todo el mundo sin salario
-Es una de las primeras intelectuales que enfrentó a los marxistas desde el feminismo tomando a Marx, ¿cómo ha sido ese proceso de construcción, en un mundo que ha estado siempre centrado en el hombre obrero?-Yo no me reconozco marxista, pero creo que los marxistas me apoyan porque yo uso a Marx. Reconozco la importancia del trabajo de Marx y la importancia de una lucha anticapitalista. Marx nos ha dado algunos elementos de metodología: que no se puede comprender el desarrollo social, la historia, si no partimos de las condiciones materiales de la vida, que son la lucha de clase, los antagonismos, la relación de poder, todas las contradicciones sociales cerca de estos procesos, que el capitalismo es un sistema que se nutre de la captura del trabajo mal pagado. Pero Marx no ve todo el mundo sin salario, su enfoque exclusivo es la fábrica. Yo me separo mucho cuando Marx ve que el capitalismo ha sido una etapa necesaria para la humanidad, porque ha creado la gran industria, ha creado medidas tecnológicas que permiten superar la escasez. Yo supero este optimismo de la tecnología, de la necesidad del capitalismo de un periodo histórico, y también de la concepción de que es importante en la lucha de clases solamente la fábrica y no ve todas las áreas de la reproducción. Por eso me parece tan fundamental esta crítica, reconocer lo que en el marxismo no existe y que ha representado los intereses de clase de un sector muy fundamental, que es el del proletariado industrial. Tiene que salir a la explotación de las mujeres de todos los feminismos, de las mujeres.
-Así como hay muchos feminismos, también hay una resignificación en lo territorial, ¿cómo describiría a las olas feministas del sur-sur, las que hemos vivido en Chile o en Centroamérica con raíces indígenas, del mundo afrodescendiente.
-Para mí el feminismo que sale del sur, que ha sido colonizado y sale de la compañera que ha vivido toda la experiencia de la esclavización, es muy potente. Son las que están más abajo, las que conocen más al capitalismo y tienen las heridas más profundas. Es por eso que en América Latina siempre ha habido feminismos más radicales que en el norte. En el norte los más radicales han sido los movimientos de los derechos civiles de la población negra, es la visión de los esclavos, los que nos dan la mirada más esencial de lo que es el capitalismo.
-Qué pasa con la crítica que apunta al movimiento feminista como una demanda de élite, de la pequeña burguesía...
-No comprenden nada de lo que es el feminismo. No ven la lucha de la mujeres en el campo, contra la minería, esa es una lucha feminista. Ellas lo ven, lo reconocen cuando llega una mina a la comunidad, muchas veces se choca no solo con los hombres, la guardias civiles, sino que van muchas veces en contra de sus compañeros de comunidad, que están contentos porque tienen un poco de poder salarial, que no ven cuando se envenena el cultivo y toda la comunidad no puede reproducirse. Esta diferencia de la visión entre los hombres y las mujeres, la izquierda no ve que estas compañera son mujeres que tienen toda una problemática particular contra la mina, para controlar su cuerpo, en una vida donde te pueden violar, partiendo por el varón con el que está casada, que quiere controlar tu cuerpo. Estas son todas temáticas feministas.
La caza de brujas del siglo XXI
-Uno de sus libros más reconocidos, Calibán y la bruja, aborda la caza de brujas en el medioevo, lo significa como una persecución clara contra la mujer. Hoy, el feminismo ha tomado dicha figura y la reivindica, ¿cómo se significa a la bruja en estas nuevas olas?-Es un retorno a dos caras muy distintas. Por un lado, el movimiento feminista reivindica la figura de la bruja, como símbolo de la mujer rebelde; por otro lado, en muchísimos países de África y de la India se está haciendo una nueva caza de brujas. Desde hace años están quemando mujeres acusándolas de ser brujas, en muchos países se está haciendo como parte de la expansión del capitalismo, de la privatización de la tierra, como consecuencia de la exclusión del acceso de la mujer a la tierra. Hay una nueva caza de brujas donde juega un papel importante la Iglesia, sobre todo la Iglesia fundamentalista, donde hay campos de concentración por brujas, en Tanzania están quemando brujas, en el Congo se están matando y torturando a mujeres acusándolas de ser brujas, mujeres que son curanderas, por ejemplo, en Brasil mujeres parteras, curanderas que usan yerbas, también se las empieza a acusar de usar magia oscura.
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