miércoles, 12 de diciembre de 2012

Las Abejas por Las Abejas: Cosmovision





En la cosmovisión tzotzil el mundo sobrenatural desempeña un papel de primera importancia. Las fuerzas fuera de control humano encarnan y simbolizan un amplio repertorio de seres: los dueños de los manantiales, de los cerros, de las cuevas; los gobernantes de la lluvia y del relámpago; el animal cuya vida y suerte están indisolublemente unidas a la vida y suerte de cada recién nacidos; los aires; la tierra misma. La relación con la naturaleza se simboliza mediante el ceremonial destinado a venerar las entidades sobrenaturales a las que representa.
En el Chenalhó de “Las Abejas” se pone en evidencia lo que llamamos “conocimientos empíricos”, construidos a través de la combinación de prácticas, creencias y rituales mágicos. Porque en nuestra cultura, es decir, en la concepción indígena, el mundo, la naturaleza y el hombre se colocan en un mismo plano de necesidad. De ahí las cuestiones para la racionalidad mestiza son distintas y están separadas, para nosotros constituyen una unidad. Por ejemplo: la selección de semillas adecuadas y una ceremonia propicia para tener un buen cielo son parte de una misma actividad. No separamos el conocimiento “objetivo” sino que lo colocamos en el mismo plano de las experiencias espirituales, subjetivas, y de nuestra relación directa con la naturaleza y sus fuerzas 


Hay una actitud total de integración del hombre con la naturaleza. La naturaleza no es un objeto, sino un sujeto con quien interactuamos de manera permanente y recíproca. Es el punto de referencia común de nuestros conocimientos, de nuestras habilidades y trabajo. Es la forma específica de satisfacer la necesidad ineludible de obtener el sustento; pero que también está presente en la proyección de los sueños, en la capacidad para imaginar; no sólo la observamos, también platicamos con ella, le confiamos nuestros temores y esperanzas ante fuerzas fuera del control humano. Todo es integral y sucede de manera simultánea, se trata de una relación total: el músico anuncia el diálogo, el cavilto le pide un deseo al dios creador y formador, y con el humo de su incienso le manda el mensaje, el danzón le baila al formador, el anciano interpreta los sueños, el indígena estudia y cultiva la tierra, el poeta le reza una palabra florida al señor del universo, también le canta a la luna, a las estrellas, y a la naturaleza… y su canto es acompañado con el canto de los pájaros y con el murmullo del viento; las aves tocan la música que el viento lleva hasta la puerta del cielo. 

 
El huesero cura el pie de un señor vagabundo y también cura a los animales de la tierra. El sabio sabe qué hora es cuando cantan los gallos, qué sucede cuando susurran los vientos y cuando las estrellas se ponen en tal dirección. Y ésta en una manera coherente de expresar simbólicamente la participación del hombre en la unidad fundamental e indivisible del universo al que pertenecemos.



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